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Diario Impersonal

Una carta que jamás enviaré.

Querido mío:
Hoy he pensado mucho en tí. Desperté antes de lo habitual. En un ángulo de mi habitación hay un cuadro colgado de la pared. Un cuadro donde se puede observar una playa, un puente, vegetación abundante y verde.
Apoyada sobre la baranda del puente se halla una pareja. Ella viste un vestido blanco, él camisa celeste y pantalones color azul.
Lo miro; los miro e imagino que eres tú, y que soy yo. Tus brazos enlazan mi cintura. Tu mirada insinuante, fija en mis ojos brillantes como si fueran caramelos de miel, me atraviesa y llega hasta mis pies. Una ráfaga esplendorosa me quema por dentro como deseando llegar contigo a esa playa para internarnos en las aguas del mar. Ese mar que por sus olas no parece calmo y hasta sería capaz de quitarnos la ropa y llevársela con su corriente. Entonces te imagino abrazándome como tratando de cuidarme de la ferocidad de las olas.
Calma el viento. Las aguas acarician nuestro cuerpos tendidos al sol en una playa llena de palmeras. El amor nos invita al amor. Suavemente pasas tus manos por mi espalda como si quisieras quitarme la arena. Me acercas hacia tí estremeciéndome por tanta cercanía. Siento que tu piel me quema. O serán los rayos del sol... Mi frente transpira
Me ruborizo bajo tu mirada. Tú cubres mi cuerpo con granitos de arena, que me hacen cosquillas. Yo copio y hago lo mismo.
Va cayendo la noche. El sol se esconde para dar lugar a la luz de la luna. Un bote se acerca ¡qué inoportuno!. Tenemos que volver. Tenemos que irnos a la otra costa. Nos esperan con la cena lista.
Nos despedimos con una mirada que no dice nada, pero lo dice todo. Mañana ¿Nos volveremos a encontrar?...
Un beso, te lo envío. Ese beso que me gustaría habértelo dado para que con él adivines que todo ésto no es solo un sueño.

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