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Diario Impersonal

Las mentiras de los hombres o de las mujeres, sobre todo cuando hay amor de parte de una de ellas, ya sea en el noviazgo, en pareja o en el matrimonio, suelen ser fatales.
Amé tanto a una persona y me defraudó. Yo notaba que algo no andaba bien. Yo insistía en que me lo dijera, que si había alguien más en su vida que debería contármelo, así yo decidiría si continuaba a su lado o me hacía a un lado y me alejaba. Pero siempre con evasivas o con gestos de disgusto me lo negaba.
Yo rogaba que si algo había que se me de la oportunidad de comprobarlo con mis propios ojos.
Pasó un tiempo y llegó ese día tan ansiado por mí. Entré a un comercio muy grande donde las personas se pierden y se desencuentran. Compré lo necesario para el almuerzo, una gaseosa, y salí despacio hacia un teléfono público para llamar. Pero no hizo falta tal llamado. Al salir hacia uno de los pasillos, estaban parados, él y ella. Justo cuando se daban un pico, un beso en los labios, yo lo tomé del brazo y le saludé. Por cierto no sabían bien si seguían ahí o qué harían. Yo por mi parte no hice nada. Me alejé unos pasos y esperé. Tomé aire para no desvanecerme.
Me subí al auto, esperé unos minutos, los necesarios como para sobreponerme del shok. Lo puse en marcha y me alejé. Muchos llamados a mi celular, tantos que el timbre me saturaba los oídos. No atendí a ninguno. Luego al chequearlos ví que todos provenían de un mismo móvil.
Pasó el tiempo y me animé a responderle. Ya está, le dije, ya pasó. Tú puedes hacer tu vida, yo haré la mía.
Pero la mentira me produjo una herida de fuego y creo que jamás se me cicatrizará del todo.

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