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Diario Impersonal

Un vagón lleno de nostalgias

No me he borrado. Simplemente, o complicadamente, es todo un tema que hay que resolver para que lo anormal se vuelva normal, y la vida diaria vuelva a ser la habitual.
No por dejar de escribir se pierden cosas. No he perdido ni siquiera un pelo de los recuerdos.
Y es eso mismo lo que he de contarte hoy, que me han invadido los recuerdos de aquel mes de agosto, precisamente el día 4, día del cumpleaños de mi hermano, el menor de los tres varones que había en mi familia, (ahora quedan dos).
Ya se había hecho costumbre, o tal vez no era eso, era una irresistible necesidad de encontrarte. Y aunque no te viera, sabiéndote al otro lado del muro, o de esa alfombra de aguas transparentes, sentado detrás de un escritorio, mirando ventanas… Y que una de ellas era la mía, y que la brisa de tus palabras me traerían con tu aliento un hilo de felicidad.
Así me sentía feliz. Pero la necesidad de tenerte todos los días, era parte de una ilusión que yo hacía real al imaginar tus palabras junto a mi oído en un susurro tibio rosando mi piel.
Y me sentí triste cuando me dijiste “hasta la vuelta” y que volverías recién en septiembre. Creí que te perdía, que no era verdad que volverías. Creí que todo se terminaba. Pero ¿qué era todo?, si no me habías dado nada y no habías prometido nada. Pero, no lo creí así, porque sí, me habías dado algo, y era muy importante. Me habías dado la posibilidad de encontrarme a mí misma. Me habías dado refugio en tu casa virtual. Me habías dado, tal vez sin saberlo, sin quererlo, sin siquiera pensarlo, me habías dado mucho, y para mí era bastante.
Y hoy, al leer en las páginas de un libro el nombre de ciudades que están cerca de donde vives, o no tan cerca, pero sí más cerca de tí que de mí, me inundó una gran emoción, y un vagón lleno de nostalgia descarriló dentro de mi corazón. Mis ojos se humedecieron. Y mis labios esbozaron una inocente sonrisa.
Una historia ficticia. Hechos y acontecimientos se desarrollaban, según la autora del libro, en las calles de Barcelona, en el Puerto de Mallorca. También en Palma.
Y te vi a través de esas palabras, e imaginé a Pere (uno de los protagonistas) que eras tú, y que Lonia podría ser yo. El, un pintor. Yo, una detective. Y … ¿por qué no?, él, un técnico informático y yo, una profesora de lengua. O tal vez, él un comerciante, y yo, una secretaria de dirección de escuela.
Y voy por la mitad del libro. Relata sobre la belleza de un campo sembrado y cubierto por margaritas de color amarillo. Y la historia continúa…
Cuando termine de leerlo me daré cuenta si se adecúa a algo así como a mis deseos, o tal vez, le cambiaría el final. Y quizás, el Toni que nombra el autor como aquel amigo de Pere, no sería otro que el mismo Pere, y Lonia no sería de Barcelona sino de cualquier otra parte de las infinitas ciudades del mundo…
En fin… interpretar al modo que uno quiere, o como mejor a uno le parezca. Pero lo cierto es que te he recordado al leerlo, justo cuando voy por la mitad del libro, o mas o menos en la mitad. Hojas menos, hojas más, qué más da… Leerlo todo, completo, no está mal.

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