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Diario Impersonal

Los niños nos regalan sorpresas...

Toda una vida de docente, la mía. Recorrí muchas escuelas. De pueblo, de ciudad y también de zona rural. De cada día podría contar una historia distinta. Cada grupo de alumnos, diferente. Cada uno, es diferente.
Ya no puedo estar todo el día, ni siquiera aguantaría media jornada frente a alumnos. Mis cuerdas vocales se han vencido.
- Si no quieres perder el habla, cuida tu voz, y no vayas más al aula. Dijo mi médico
Entonces decidí solicitar Junta Médica para que evaluara mi situación. Y sí, realmente la patología existe, y es el fin de la docencia a la que dediqué casi toda mi vida desde muy joven. Un cambio de tareas fue lo que conseguí, para no tener que quedarme en casa. La escuela, el colegio, llama. Tal vez, porque la vocación docente existe.
Hoy fue un día particular, poco común.
Accedí a cuidar por un rato a los alumnos del 2º año de la escuela en la que trabajo de prestado, (para no tener que recorrer distancia sin necesidad de hacerlo. El mismo trabajo puedo realizarlo allá o aquí. Y la ventaja es que estoy a dos cuadras de mi casa).
Día miércoles. Turno de la mañana.
- Buenos días, saludé.
- ¡Buenos días!, respondieron casi todos a coro.
- Hola! Mae. Dijo Ismael
- No! Ella no es Mae, es directora de la otra escuela. Agregó Roberto.
- ¿Ah Sí? ¿Eres la directora de una escuela que no es de acá? Dijo Martha.
Yo los escuchaba. Estaba cuidándolos en el aula, mientras su maestra había salido a realizar unos trámites escolares. Los tres alumnos comentaban sobre mi persona.
- Así es, les dije. Ahora se sientan todos. Quiero decirles algo.
- Ustedes ¿qué hacen afuera, cerca de la puerta? Pregunté a unas niñas
- Estamos esperando a la Mae.
- Ya va venir, ¿por qué tienen que esperar afuera?
- - Porque queremos contarle quién se porta mal, respondieron. ¿Nos podemos quedar afuera?
- No. Ahora entren y después que hablamos, decido si las dejaré esperar allí.
- A ver…todos callados, les dije. La Maestra salió un momento pero les dejó tarea. ¿Sí? Bueno, quiero ver si la completaron.
- La copiamos, dijo uno de los niños.
- ¿Y por qué no responden a las preguntas que han copiado?
- La Mae no nos dijo cómo, agregó otro niño.
- Está bien, esperemos a la Maestra, dije. (Era un tema fácil, sobre Cristóbal Colón.)
- ¿Podemos salir las dos afuera? Preguntó la misma niña. No soporto estar encerrada.
- ¿Cómo te llamas? Pregunté.
- Lorena. Lorena Martínez.
- Yo también soy Martínez, dijo la otra.
- Yo no, dijo una tercera niña. Mi apellido es Nacimento.
Autoricé a que las tres se quedaran en la galería, junto a la puerta del aula, para que yo las viera.
Entré al salón.
- Mire Dire. Aquí abajo del escritorio…
Desde mi posición podía observar a niños debajo del escritorio. - ¿Qué hacen ahí? Pregunté.
- Se esconden porque no quieren hacer la tarea. Dijo uno de los que estaba parado.
Asomando su cabecita a un lado del escritorio, y con picardía, dijo Luis -Yo no tengo lápiz.
- Vení, vamos a buscar, le dije, te prestaré uno.
Fuimos hasta la dirección a buscarlo. – Te lo presto hasta la salida.
De vuelta en el aula. Observaba como los niños copiaban del pizarrón. A medida que terminaban se acercaban para mostrarme. Algunos me llamaban a que yo me acercara a ellos.
Luis, el alumno al que le presté el lápiz me dijo: -Hoy estás linda.
Yo sonreí como para que adivinara mi pensamiento: ¿sabes lo que estás diciendo? ¿Me has mirado bien?
- Otro niño, como si estuviera adivinando mi pensamiento me dijo: -En serio, estás linda hoy.
- Raquel, tal vez queriendo llamar la atención o quizás para cambiar de tema, dirigiéndose a mí, dijo
- Mirá mi pierna, tengo una herida en mi rodilla. Me caí cuando andaba en bicicleta.
Mientras charlábamos, un niño que se había acercado a la puerta para espiar si ya llegaba la Mae, dijo
- Mirá, allá está mi mamá.
- ¿Quién es tu mamá? Pregunté
- Es la enfermera. Hoy vienen a vacunar, es el refuerzo de la vacuna que nos pusieron cuando éramos chiquitos.
Todos se agolparon a la puerta, sin escuchar mis reclamos de que permanezca cada uno en su lugar.
En ese momento llegó la Mae. – Gracias por atender a mis alumnos, me dijo
- Ha sido un gusto estar con ellos, respondí.
Casi corriendo se acerca, Luis – ¿El lápiz me lo dejás hasta la salida?
- Sí, asentí con la cabeza.
Afuera, llovía torrencialmente. La temperatura había bajado. Yo, como todos, no habíamos llevado ni abrigo ni paraguas. Faltaba poco tiempo para que la maestra encargada del turno tocara el timbre de salida.
Yo me entretuve pensando en esos niños de entre 7 y 8 años de edad. Niñas y varones.

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