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Diario Impersonal

Había una vez una señora, con unos años menos de los que hoy tiene, llegó a la terminal de ómnibus. Bajó de un micro de larga distancia Tomó su teléfono y marcó un número. Al otro lado, se escuchó el Hola del dueño del taxi al que había llamado. Pero de inmediato se cortó la comunicación. Y a pesar de su infructuosa insistencia, el sonido del contestador no hacía otra cosa que comunicar que la persona con la que intentaba hablar, había apagado su celular. La señora enmudeció, brotándole lágrimas de sus ojos. Permaneció parada un rato frente a una de las escaleras de la terminal, lo necesario como para dar tiempo a que llegara su taxi preferido, el que había llamado. Pero ese taxi nunca apareció (ese día) y debió tomar cualquier otro. Con un nudo en la garganta, la señora llegó a destino. Bajó su pesada maleta, la subió escaleras arriba y una vez dentro de su habitación desempacó lo necesario como darse una ducha y salió a caminar. Caminó las calles de la ciudad con sus ojos nublados y la mente en blanco, hasta conseguir un poco de calma y serenidad. Ese día la señora hubiese sido Feliz si escuchaba que alguien que ella tanto amaba, le dijera aunque sea Te Quiero.

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