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Diario Impersonal

Odio a la pirotecnia

Y lo llamaron Metiche...
Era un perrito de mediana estatura, raza PP (puro perro), de pelo corto color negro y algunas manchas blancas. Muy simpático. Su dueño, vaya saber quien...lo dejó ir, no lo buscó, o directamente lo dejó tirado en cualquier lugar.
Metiche apareció un día cualquiera y eligió una esquina, la más concurrida del pueblo, donde tenía carnicería, mercado y panadería, todo al alcance de la mano (o de sus patas y de su boca). Y hasta un colegio, con alerón exterior que le permitía cubrirse de la lluvia y el frío. Un día lo encontré durmiendo debajo de la escalera externa de mi casa. Seguramente sintió mucho frio y se refugió en ese lugar porque ahí el viento del sur no golpeaba su flaco y desnutrido cuerpo.
Metiche me acompañaba todos los días dos cuadras, trayecto que recorría moviendo su cola constantemente hasta despedirme cuando estaba a media cuadra de mi trabajo. Volvía a su esquina habitual, y cuando ya llegaba el mediodía, esperaba frente a mi casa el momento en que salían los niños de la escuela. Era el momento justo para esperarme. Apenas me divisaba, salía a mi encuentro, con su cola hecha un ventilador, expresando de esta manera su alegría.
Por el miedo que le tenía a los cohetes, petardos, y demás artículos de pirotecnia, se refugiaba en cualquier sitio donde no le afectaran los estruendos a sus indefensos oídos. Por más de una semana adoptó como su dueña a la señorita de la panadería. Se quedaba durante casi todo el día cuidando la puerta. Pero hay personas a las que no les gusta los animales y se empezaron a quejar. El dueño del local comercial decidió llevarlo a su casa. Lo mantenía atado hasta que un día, de esos días tremendamente locos a causa de un festejo posterior al último partido de fútbol de un campeonato importante, los ruidos de esos artículos de pirotecnia asustaron a Metiche hasta tal punto que de hacer tanta fuerza logró desprenderse de sus ataduras y volvió a escapar. Ya nadie sabe más de él. ¿Adónde habrá ido? ¿Cómo habrán quedado sus oídos? ¿Me reconocerá si algún día lo encuentro? Pobre de esos animales que tienen más desarrollado el sentido del oído, porque si a nosotros los humanos nos molestan los estruendos, ¿qué será de esos indefensos seres irracionales que no pueden ni tienen derecho a reclamo alguno?.

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