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Diario Impersonal

La astucia de NARCISO.

Era un día lunes. Seis y media de la mañana. Yo dormía plácidamente cuando sonó el teléfono. Una voz muy particular que venía por el hilo me dijo: - ¿Se ha dormido, señora? ¿Es hora de levantarse!. Se hizo silencio... Yo no entendía nada, ¿cómo habría de entenderlo si estaba redormida? Era la voz de Narciso que me había despertado.
Me levanté, tomé una ducha caliente, me vestí con ropa ligera, porque hacía calor. Salí al pasillo a buscar agua caliente para preparar un buen mate de esos que sabía tomar mi padre a la madrugada.
Narciso estaba allí, en el comedor diario del hotel tomando su desayuno, que consistía en café con leche, más café que leche, y torta de chocolate.
-Buenos días. Dijo con una sonrisa que dejaba ver sus perfectos dientes blancos. -Buen día, respondí, con mirada muy seria como queriendo que adivinara mi enojo por haberme despertado tan temprano.
En realidad, casi todos los días yo me levantaba a esa hora, porque salía temprano para ir al hospital. Y él lo sabía.
Narciso era muy astuto. Yo presentía que todo lo hacía intencionadamente.
Ese día no volví para la hora del almuerzo. Compré frutas en reemplazo de la comida diaria, y me quedé hasta las cinco de la tarde. Pasada la hora de la merienda, retomé el camino de regreso como para no encontrármelo.
(continuará)

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